Desde arriba La Guajira parece serena. No hay que bajar mucho para ver la recursividad de los habitantes de las rancherías que han improvisado toda suerte de mecanismos para acumular el agua lluvia que rara vez cae. Centenares de pozos permanecen secos. En muchos lugares la gente quedó a la merced de los carrotanques que, como le dijeron a Semana Sostenible varios wayú, pasan cada ocho días. Hay que tener paciencia en La Guajira, cautela, así las necesidades primarias no estén cubiertas en esos despiadados 32 °C.
Mientras se hizo viral en todo el mundo el ‘Ice Bucket Challenge’, en La Guajira añoraban esa agua, los cubos de hielo. Después de dos años ahora está lloviendo en algunas zonas, pero nunca es suficiente para calmar la sed. No llueve comida, ni médicos, ni medicinas. “La situación es real y crítica”, reconoce el gobernador de La Guajira, José María Ballesteros.
El estado de los guajiros se debe a un cúmulo de injusticias: olvido, corrupción, negligencia, desidia. “Lo que no se conoce no se puede gobernar y el gobierno nacional desconoce por completo esta región”, considera Mauricio Ramírez, administrador público que ha documentado las cifras más escabrosas sobre mortalidad infantil en la zona.
Y es que La Guajira es un diamante en bruto que ha sido explotado sin compasión por los pocos que la han valorado. En 20 años habría recibido cerca de cinco billones de pesos en regalías que deberían ser destinadas a lo más básico: salud, servicios públicos, educación. Sólo es necesario el testimonio de un wayú o una fotografía en cualquier ranchería para corroborar que las regalías no les están llegando a las personas que más las necesitan.
No les llegaron a los 4.151 niños que murieron entre el 2008 y el 2013, 278 de los cuales, según el Dane, por desnutrición. Por enfermedades que se pudo haber tratado, 2671, y 1.202 que no nacieron. Una sombría conclusión: en los últimos seis años, cada día, en promedio, mueren dos niños por abandono.
“Para ayudar a los pobladores el Estado debe empezar a ejecutar acciones contundentes coordinadas con las instituciones para atender a la gente de manera integral. Tenemos un altísimo porcentaje de analfabetas, no hay vías, no hay agua, la salud no existe en las comunidades indígenas”, le dijo a Semana Sostenible Matilde López Arpushana, líder natural de varias comunidades indígenas.
Aunque el Gobierno ha visitado la zona y ha insistido en ejecutar la perforación de 100 pozos profundos para solucionar de manera permanente la falta de agua en el departamento, la sequía sigue y el hambre y la sed no dan tregua.
“Respecto al tema de agua potable, ha habido muchos inconvenientes de muchos años, este no es un problema de ahora ni de una administración, estructuralmente nunca se le dio solución y hoy estamos trabajando incansablemente para tomar decisiones estructurales”, le comunicó a Semana Sostenible el gobernador Ballesteros sobre los pozos profundos, molinos de viento y proyectos productivos de autoabastecimiento que, según él su administración ha ido implementando.
Pero esos esfuerzos no se ven. Miles de niños están desnutridos. Algunos mueren en las carreteras y quedan en los registros; no hay forma de registrar los que mueren en la alta Guajira. Hay menores que no habían recibido una vacuna o habían tenido contacto con un médico. Son pocos los centros de salud que tienen a la mano las comunidades indígenas, ni hablar de escuelas o acueducto: en la mayoría de las rancherías no existen.
“Es inaceptable, el gobierno departamental tiene el doble de responsabilidad. No puede estar pasando esto con un departamento que recibe ese tipo de regalías e impuestos nacionales”, dice Manuel Rodríguez Becerra, presidente del Foro Nacional Ambiental y exministro de Medio Ambiente. Además agrega que se debe determinar “a ciencia cierta cuál es la conexión de la minería a cielo abierto con la escasez de agua”.
Si la condición de los niños es penosa, la de los adultos no está lejos. También están desnutridos y en algunos casos en situación de indigencia. Los municipios de Uribia; Manuare, y la capital, Riohacha, aportan la cara desnutrida y resignada de esa región. Según la Gobernación de La Guajira, para el año 2012, el departamento alcanzó una severidad en la pobreza extrema del 6,2 %. A nivel nacional fue del 2,1 %.
“La Guajira es un conjunto de todos los males y así muchas personas quieren tapar los problemas, dicen que aquí nada pasa, que todo está bien, pero la verdad es que aquí nada está bien. Esa posición de los mandatarios y de la prensa local va en contra de la supervivencia de los pueblos indígenas”, denuncia Matilde López, quien está en la lista de los líderes que por mostrar los problemas de su región se encuentran amenazados.
En el paquete de medidas el gobierno nacional anunció una inversión de $130.000 millones para obras hídricas. “Están en ejecución más de nueve pozos para llevar el agua al sector rural”, señaló el ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao. ¿Será esto suficiente? ¿Qué más hace falta para que se ejecuten medidas de fondo?, ¿cuándo se valorará la vida de los wayú por encima del petróleo y el carbón? El grito de La Guajira no es sólo por la sequía, es un grito histórico que requiere de decisiones históricas para reversar décadas de olvido y desprecio.
Fuente: http://www.semana.com/
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