La plata en esta montaña ayudó a financiar el imperio español. Creó vastas fortunas para algunos y miseria para muchos más. Alimentó los albores del crecimiento del capitalismo europeo, sentando las bases para la era moderna.
Pero ahora, después de casi 500 años de extraer su riqueza, mineros que trabajan cerca del pico han arañado tanto del interior de la montaña que se está socavando de arriba abajo.
En el pico de esta histórica montaña - conocida como Cerro Rico, de más de 4,680 metros sobre el nivel del mar - se ha abierto un gigantesco sumidero, una boca serrada en la roca rojo sangre.
En junio, la UNESCO advirtió que la montaña, descrita al centro de la bandera de Bolivia, enfrentaba un riesgo crucial de colapso en su cumbre.
“Debido a que la estructura interna de la parte superior del Cerro Rico está seriamente debilitada por la explotación continua”, decía, “existe un riesgo considerable de que pudieran morir mineros por colapsos dentro de los túneles”.
En julio, el gobierno informó que planeaba cerrar minas por arriba de 4,330 msnm, donde alrededor de 1,500 mineros trabajan en condiciones que pueden ir de rudimentarias a brutales. Muchos miles de mineros trabajan más adelante, en minas montaña abajo.
“Es una emergencia en la que tenemos que actuar rápidamente”, dijo Marcelino Quispe, el presidente de la paraestatal Corporación Minera de Bolivia, conocida como Comibol. Esta otorga concesiones a las empresas privadas conocidas como cooperativas que trabajan en la montaña, al tiempo que ayudó a pagar un esfuerzo fallido del año pasado por estabilizar y tapar el socavón.
Sin embargo, muchos mineros no quieren marcharse, diciendo que el gobierno les ha ofrecido mudarlos a nuevas minas lejos de ahí, sin garantías de que los sitios serán tan lucrativos como los que ellos estarían dejando.
Los mineros han desarrollado fuertes lazos con las minas. Creen que cada mina tiene un dios o espíritu, llamado Tío, que los protege. Los mineros le dejan al Tío, normalmente representado en la mina por una figura de barro con forma de hombre, ofrendas de cigarrillos y alcohol, hojas de coca y otros artículos.
En un día reciente en la mina Milagro, que está entre las que el gobierno planea cerrar, los mineros se desentendieron de la sugerencia en cuanto a que podían estar en riesgo, diciendo que su mina estaba suficientemente lejos del área del colapso en el pico para evitar cualquier peligro.
“Lo que nos preocupa es irnos de aquí, irnos lejos, dejando atrás a nuestras familias”, dijo Gregorio Alave, de 45 años. “Tendremos que pelear con el gobierno para obtener una buena mina”.
Alave tiene una participación accionaria en la cooperativa que posee la concesión minera, pero él emplea a un hombre más joven para que haga buena parte del trabajo más pesado. Hace poco, un médico le dijo que tenía silicosis en etapa avanzada, incurable enfermedad del pulmón que es común entre mineros que respiran en polvo de roca, y que debería dejar de trabajar bajo tierra. Sin embargo, dijo que él debía seguir trabajando para mantener a su familia, pese a la intensa tos que ha presentado.
Dentro de la mina, iluminada solo por las lámparas de baterías en los cascos de los mineros, el olor de la dinamita penetraba el aire frío. Los mineros usaron palas para cargar roca en carritos con llantas de caucho, los cuales empujaron hasta la superficie a través de un estrecho túnel, agachándose en secciones donde el techo bajaba incluso a solo 1.20 metros de altura.
En la profundidad, en una pequeña saliente, yacía el Tío, con una diminuta botella de alcohol y una pila de hojas de coca, como las que mascaban muchos mineros como estimulante para superar un día de arduo trabajo a gran altitud. A lo largo de la mina había pequeñas banderas de vivos colores y listones de papel dejados de un reciente festival, al que los mineros se refieren como el cumpleaños del Tío.
El colapso en la cima de la montaña empezó en 2010. Gradualmente el socavón fue volviéndose más grande, dando la impresión de una mordida dada a lo que había sido el pico triangular del Cerro Rico. Eso causó alarma entre los potosinos, quienes temían que el icono de su ciudad estuviera dañado.
“Es como la Estatua de la Libertad para ustedes”, dijo el cuarentón Joel Vera, técnico informático. “Todos reconocen a Nueva York por la Estatua de la Libertad. Todos reconocen al Potosí por su montaña”.
El Cerro Rico está íntimamente ligado a la historia del Potosí y de Bolivia. Muchos bolivianos lo ven como un potente símbolo nacional. Los historiadores dicen que grupos indígenas como los incas explotaron la montaña en busca de plata, pero la minería intensiva empezó en 1545, tras la conquista española.
Potosí, sitio de Herencia Mundial, es considerado uno de los depósitos de plata más ricos que se haya explotado. En combinación con plata de otras minas en el Continente Americano, contribuyó a cambiar la economía mundial, incrementando enormemente la cantidad de plata en circulación en todo el mundo y creando las condiciones para una economía en Europa fundamentada en el dinero.
Con base en el historiador Jack Weatherford. “Potosí fue la primera ciudad del capitalismo, ya que suministró el principal ingrediente del capitalismo: el dinero”.
A pesar de su gran altitud (la ciudad está más o menos a 4,059 msnm), Potosí se convirtió en una de las ciudades más grandes y ricas en los siglos XVI y XVII. El centro de la ciudad sigue lleno de edificios coloniales, como la casa de moneda donde los españoles crearon lingotes de plata y monedas.
Es un pueblo minero hasta la médula. Las tiendas del barrio venden cascos de minería, palas y dinamita, así como gaseosa y jabón. En una tienda, una vitrina sobre el mostrador contenía un pulcro atado de docenas de varas de dinamita.
Pese a toda la riqueza que la montaña generó, la miseria la superó cien veces. Los españoles usaron indios, o esclavos traídos de África, para trabajar en las minas bajo condiciones brutales. El número de muertes era alto.
Sin embargo, pudiera ser la historia reciente de la montaña lo que la condenó.
Durante muchos años, la Comibol explotó la montaña. Sin embargo, los precios de la plata se desplomaron en los años 80 y Comibol se retiró, transfiriendo la montaña a las pequeñas cooperativas privadas de minería.
A pesar del nombre, las cooperativas pertenecen o son controladas con frecuencia por familias o pequeños grupos, en tanto la mayoría de los mineros que trabaja arduamente en el Cerro Rico son empleados, sin participaciones de propiedad en las empresas para las que trabajan. Entre los trabajadores a menudo hay niños, generalmente de 15 a 18 años de edad.
La oficina del defensor del pueblo nacional dijo en un informe reciente que había identificado 145 menores trabajando en minas del Cerro Rico, en su mayoría de 15 a 17 años.
Las cooperativas mineras aquí y otras partes de Bolivia tienen tremendo poder político, y suelen operar con poca supervisión efectiva. El resultado, aseguran detractores, ha sido el deterioro de las condiciones en el Cerro Rico para mineros y la montaña.
René Vacaflores, de 66 años de edad, ingeniero de minería que ha trabajado en el Cerro Rico durante varias décadas, se refirió a la montaña en términos de un hormiguero, diciendo que está repleta de túneles que pozos verticales llamados chimeneas que han proliferado en los años transcurridos desde que las cooperativas tomaron el control, con poca o ninguna supervisión reguladora.
Él dijo que empresas mineras ya no llevan mapas precisos de sus túneles y que en algunas minas, las medidas elementales de seguridad eran burdas o inexistentes. Destacó que en algunas minas, los trabajadores descendían atados a cuerdas por pozos verticales.
“Es el infierno”, dijo Vacaflores.
Vacaflores dijo que el colapso en la cima era parcialmente debido a la extracción de roca que hacen mineros desde pozos verticales que habían sido llenados tras episodios previos de extracción minera.
“Si el gobierno hubiera administrado la montaña racionalmente, con técnicos, no habría ocurrido esto”, dijo. “La gente se ha enriquecido. Han saqueado y saqueado”.
Destacó que los accidentes eran frecuentes, a menudo fatales, y que los cuerpos de mineros muertos, con frecuencia emigrantes del campo, eran llevados a menudo directamente a sus pueblos para darles sepultura para que las muertes no llamaran la atención de funcionarios locales o reguladores mineros.
Quispe, el presidente de Comibol, dijo que su empresa no llevaba un registro de muertes en las minas, lo cual dijo que era responsabilidad de las cooperativas individualmente.
“Cuando haya un colapso mayor aquí, podrían morir más de 1,000 personas”, destacó Vacaflores. “Esta gente no entiende que eso podría ocurrir”.
Fuente: elespectador.com
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