La reconciliación entre Rusia y Turquía alcanzada en la cumbre de San Petersburgo no debe provocar expectativas injustificadas ni demasiadas ilusiones. En las relaciones entre Moscú y Ankara existen demasiados problemas e importantes contradicciones como para hablar, como ya han hecho algunos expertos, de una “alianza estratégica” entre Rusia y Turquía.
1. El primero y principal de estos problemas son las posturas diametralmente opuestas de los dos países en el conflicto sirio. Vladímir Putin apuesta por Bashar al Asad, mientras que Recep Tayyip Erdogan intenta derrocarlo. En este sentido, no ha cambiado nada. Tampoco se ha interrumpido el apoyo de Ankara a las tropas de la oposición siria, las mismas que ahora dirigen su ofensiva contra Alepo y que bombardean la aviación rusa. No hay que olvidar que fueron estas diferencias respecto a Siria las que provocaron una crisis sin precedentes en las relaciones bilaterales tras el derribo de un bombardero ruso en noviembre del año pasado. Estas discrepancias se mantienen en la actualidad.
2. Existe un segundo problema relacionado también con la guerra de Siria:la relación con los kurdos. Para Ankara los guerrilleros kurdos que luchan en Siria contra los radicales islamistas son sus enemigos, separatistas y aliados de los “terroristas” del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, en guerra contra el presidente Erdogan. Para Moscú, los kurdos sirios son sus aliados potenciales. Y sus relaciones con los kurdos de Turquía siempre han sido especiales, de ningún modo hostiles.
3. El tercer problema está relacionado con el conflicto armenio-azerí. Moscú, pese al tono moderado de sus declaraciones y a su postura equidistante, es considerada por todo el mundo como un potencial aliado de Armenia, su socio en la OTSC. En lo que respecta a Turquía, este país ni siquiera intenta mostrar objetividad ni imparcialidad. Ankara está del lado de Bakú.
4. El cuarto problema consiste en el hecho de que en Turquía operan sin limitaciones varias organizaciones abiertamente opuestas a Moscú, algunas de ellas procedentes del Cáucaso Norte y otras formadas portártaros de Crimea. Estas organizaciones cuentan con el apoyo de diásporas influyentes, hasta el punto de que incluso si Erdogan quisiera eliminar este elemento irritante en las relaciones con la Federación Rusa, encontraría una firme resistencia dentro del país.
5. El quinto problema es la crisis de confianza. En Moscú ya no se habla en público del incidente del avión, pero no lo han olvidado. Como tampoco han olvidado las declaraciones que hicieron “en caliente” varios políticos turcos, entre ellos el propio Erdogan, cuyas palabras al respecto no fueron nada pacíficas. Sería extraño que después del derribo del Su-24 Moscú no sacara sus propias conclusiones acercad e la fiabilidad y de la previsibilidad de las acciones del gobierno turco.
6. Y por último, el sexto problema: el actual acercamiento es en cierto modo obligado. Occidente trata con cautela tanto a Moscú como, desde hace un tiempo, a Ankara, y tiende a distanciarse de ellos. En este contexto, el intento de encontrar un socio alternativo, de romper el aislamiento internacional, resulta del todo natural. Al mismo tiempo, no existe ninguna garantía de que, si Turquía logra normalizar sus relaciones con Estados Unidos y la UE, este país siga apostando por Rusia y desarrollando proyectos como el Turk Stream.
De modo que no es el momento de anunciar una asociación estratégica entre Moscú y Ankara. Se trata más bien de una imitación. No obstante, en comparación con el conflicto armado que amenazaba con estallar hace medio año, la reconciliación actual supone un progreso considerable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario