Las tesis desarrollistas presentadas por el General Alberto Ruiz Novoa, a inicios de los 60, deben ser objeto de un amplio debate académico. En ellas se proponían reformas estructurales, que nunca llegaron.
A mediados de 2014 tuve la fortuna de sostener un maravilloso diálogo con el General Alberto Ruiz Novoa, quien falleció recientemente.
Durante esa conversación surgieron recuerdos que afloraban con increíble precisión de la mente del veterano oficial. Por aquellos días contaba con 97 años.
Como homenaje a su memoria y en especial a esa vocación civilista que le comprometió en la búsqueda de soluciones a los males que aquejaban al país, evoco una de tantas anécdotas que, con absoluta lucidez y claridad, describió el general en ese inolvidable encuentro.
Hacerlo en detalle, como él lo hizo, ocuparía un espacio considerable pues a cada instante agregaba una y otra historia que iba entrelazando con la anterior.
En varias ocasiones guardó silencio, en especial cuando le preguntaba por un personaje específico. Su prudencia - me insistió una y otra vez- le impedía aprovechar la ventaja de aun contar con vida y no poder gozar de la réplica de quienes fueron sus contradictores.
Ese era el talante del general, del soldado de infantería, del profundo humanista, un caballero de aquellos que infortunadamente se han ido desvaneciendo con el tiempo. Esta es la historia.
El 4 de abril de 1962, cuatro meses antes que asumiera como Presidente de la República el dirigente conservador Guillermo León Valencia, el general Ruiz Novoa, entonces comandante del Ejército Nacional, pronunció ante el Congreso un acalorado discurso sobre las deplorables condiciones políticas y sociales por las que atravesaba el país.
En sesión plenaria, con la entereza y capacidad oratoria que le caracterizaban, el alto oficial señaló a quienes consideraba eran los directos responsables de la violencia que azotaba a Colombia en especial del bandolerismo y el sectarismo.
Así se expresó el General, en ese entonces:
“A mí me da la impresión, cuando oigo hablar a los representantes, que no estoy en el parlamento de Colombia. Me da la sensación de que estamos en el parlamento de Finlandia o de Inglaterra, donde los parlamentarios no conocen el origen de la violencia de este país. Los representantes no conocen cuál es el problema de la violencia, y si la conocen no están interviniendo de buena fe. Nosotros sabemos cuál es el origen de la violencia en Colombia ¿Quién le ha impuesto a esa masa ignara, sin educación, a esa masa que no ha tenido redención, ese morbo de la violencia? Todos sabemos que no son las Fuerzas Armadas las que dijeron a los campesinos que se fueran a matar unos contra otros para ganar las elecciones. Sabemos que no fueron las Fuerzas Armadas las que dijeron a los campesinos que asesinaran a los hombres, a las mujeres y a los niños para acabar con la semilla de sus adversarios políticos, sino los representantes y los senadores, los políticos colombianos”. [1]
Ante esta y otras intervenciones en que eran frecuentes las críticas a la clase política por parte del General, los congresistas conservadores le replicaron con dureza. Uno de ellos, Darío Marín Vanegas, advirtió que los discursos de Ruiz Novoa eran una clara intervención en política.
Otro tanto hizo el senador Raimundo Emiliani Román quien señaló, que "el problema de este país es que los militares se ponen a estudiar sociología y política y comienzan a conspirar, después se vuelven políticos. [2]
La respuesta del visionario general fue enfática: “la prohibición de deliberar no puede convertir a los militares en ciudadanos de segunda clase”. [3]
Lamentablemente las propuestas originales del General Alberto Ruiz Novoa fueron neutralizadas por las élites políticas, particularmente las conservadoras. Vale la pena preguntarse si, ¿medio siglo de guerra se hubiera podido evitar si los militares y el Estado hubieran sido capaces de trascender los intereses particulares de las élites parroquiales por el bien de una estrategia más efectiva? [4]
Más allá de detenerse en aquellas historias que fueron producto de las inquietudes que despertaba el general en algunos sectores políticos, las tesis desarrollistas de Ruiz Novoa deben ser objeto de profundo estudio y detallado debate académico, máxime si aquellas iban más allá de un plan militar que pretendía alcanzar la derrota del bandolerismo y cerrar el paso a las incipientes guerrillas.
Sus propuestas fueron compartidas por personajes como el profesor antioqueño Héctor Abad Gómez, quien tenía una gran consideración con el general, pues planteaban reformas estructurales que pretendían generar nuevas condiciones sociales, económicas y políticas favorables al pueblo colombiano. Condiciones que, en ese entonces, el alto oficial calificaba como injustas. [5]
De haber sido escuchada esa voz crítica, pero a la vez profundamente respetuosa de las instituciones, quizá se habría evitado un conflicto armado que jamás debió extenderse en el tiempo, ni provocado esos males de los cuales, aun si es otro nuestro deseo, tardaremos mucho en recuperarnos.
¡Paz en la tumba de un gran General!
[1] Alberto Ruiz Novoa, “La violencia la desataron los políticos, dice Ruiz Novoa”, La Nueva Prensa 82 (1962): 21.
[2] Edgar Téllez y Álvaro Sánchez, Ruidos de sables (Bogotá: Planeta, 1997), 112.
[3] Álvaro Uribe Rueda, "Un apóstol de la democracia", La Nueva Prensa 84 (1964): 93.
[4] Philippe Dufort. Las políticas desarrollistas de Alberto Ruiz Novoa a principios de 1960. Estudios en Seguridad y Defensa. Vol. 8 No.16, Escuela Superior de Guerra, Colombia, 2013, 29.
[5] “Ruiz habla sobre cómo transformar estructuras”, El Tiempo, Bogotá, 11 de diciembre, 1964, 2.
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