Hemos hablado incansablemente sobre la crisis que prima en las fuerzas armadas y que ha incluso motivado la orden presidencial de un plan de achicamiento y racionalidad de recursos en los órganos de defensa. Si bien este último punto puede precisar otra nota de opinión con críticas y beneficios de esta propia idea, lo cierto es que esta crisis se ha enraizado en todas las áreas que comprometen la defensa de la soberanía, incluyendo al pequeño complejo militar-industrial con el que cuenta nuestro país.
Podemos empezar a describir el comportamiento de la industria de defensa en los últimos años como una fábrica de expectativas. Es un término un tanto polémico, pero entiendo que refleja muy bien el destino de muchos esfuerzos tanto de técnicos y científicos como de muchos hombres de armas y políticos. ¿Por qué expectativas? Porque en los últimos años se ha abusado de la retórica al margen de los hechos, impulsando la noción de que la fabricación de mock-ups o la sola generación de diseños son motivo central para considerar el éxito en una gestión. Bueno, esto puede ser relativo al área de la que dependa el proyecto, pero debemos contemplar la integralidad al momento de diseñar ciencia y tecnología: necesidades reales, economía de costos y factibilidad de producción. En muchos proyectos que enunciaremos luego hemos adolecido de alguno de estos puntos, dejando la idea en el aire de que hemos producido más retorica que hechos concretos en si.
Quizá es probable que uno de los factores que llevan a que nuestro sistema de producción para la defensa se estanque en un plano o una mesa de trabajo y no se lleve a una línea de producción es la asignación de recursos. Cierto. Pero a la vez hemos hecho uso y abuso en los últimos años de la autonomía y descentralización de recursos de I & D. Cada fuerza, y a su vez distintos organismos de defensa, han transitado caminos separados para lograr el desarrollo de sistemas de defensa. Estos pocas veces han llegado a escala industrial manteniéndose producidos de manera artesanal y han tenido en varias oportunidades el agravante de superponerse en la función que cumplirían con algún otro diseño de otra fuerza u organismo. Se han gastado ingentes cantidades de recursos en proyectos inútiles, vetustos, superpuestos o incluso antieconómicos. Los casos son variados e incluyen a todas las fuerzas en épocas donde los recursos monetarios no han sido abundantes, motivando a que existan una enorme cantidad de proyectos fallidos, postergados y cancelados frente a una muy pequeña cantidad de éxitos relativos.
En definitiva, la situación de la ciencia y la tecnología para la defensa ha demostrado que la misma ha estado al servicio de la política partidaria (por necesidad o por simple voluntarismo) y no al revés. La excesiva pulsión de mostrar éxitos a la luz de la opinión pública ha ido en detrimento de las arcas de las fuerzas y de la propia capacidad de llevar a escala industrial algunos proyectos necesarios para reactivar nuestro complejo militar industrial. Ha habido más humo que fuego. Es importante aclarar entonces que la crisis en las fuerzas no ha sido solamente operativa en cuanto a los sistemas y recursos humanos con los que se cuenta, sino que se ha colado en las propias áreas de investigación y desarrollo logrando que en muchos casos se haya despilfarrado o directamente desviado los pocos fondos con los que cuentan las fuerzas para estos menesteres. ¿Pero a qué proyectos nos referimos con lo mencionado anteriormente? Hay un buen numero que van desde éxitos relativos hasta cuestiones que bordearon lo turbio.
El Ejercito ha transitado por ejemplo el Proyecto Patagón, un hibrido que utilizo bateas nuevas del SK-105 y viejas torres de AMX-13, y que luego de 5 unidades y millones de dólares de inversión se mostró como un éxito de gestión de la capacidad industrial del país. El proyecto finalmente se dio de baja por económicamente inviable. El TAM paso del contrato con la firma Champion para el desarrollo del modelo S21, quedando inconcluso con el plan del 2010 con Israel para el desarrollo del TAM2C. Hasta ahora se produjo una unidad. El proyecto Gaucho fue sinónimo de producción artesanal y de olvido de una de sus partes interesadas, Brasil. El proyecto Hornero con la Bell Helicopter de Textron avanzo desde el 2004/2005 a cuenta gotas en talleres del Ejército cuando se preveía una conversión mucho más rápida de los sistemas. El CH-14 voló sin pena ni gloria luego de una interna entre la ex ministra Garre y el entonces jefe del Ejército Roberto Bendini.
El proyecto noventista del Citer III entrega recién su primera unidad en el 2015, luego del olvidado proyecto CALA 30. EL proyecto Mara pereció en el 2015 luego de pequeñas tandas de fabricación. Otro proyecto artillero nacido en la década del 90, el CP-30, avanzo recién a partir del 2012 con unas pocas unidades entregadas. El fusil FAMA, FAMCa y FAMTD avanza también a cuentagotas. El Caliv no ha salido de la mesa de diseño. La Fuerza Aérea ocupo grandes columnas tanto de este medio como de varios de gran circulación anunciando al IA-73 UNASUR, con un mock up construido y perdida de interés de los países socios. Ha anunciado al Pampa III y el GT desde el 2013 y al día de hoy la fuerza ha recibido 2 unidades. El proyecto Dardo II y III no ha avanzado a etapa de producción junto al Z-11 de CATIC, este último por falta de interés en las propias fuerzas. El IA-100 se encuentra en pañales para pasar a escala industrial esperando recursos, y la re motorización del IA-58 trastabilla.
La Armada Argentina mantiene la misma indeterminación de principios de la década pasada para definir sus 5 OPV luego de desembolsar millones de dólares por el diseño de FASSMER. La predica industrialista del ARA San Juan termina haciendo agua luego de 7 años para terminar su labor de media vida, junto a la irrealista idea de un TR-1700 nuclear o con sistemas AIP a construir en ARS. Similar idea se puede aplicar al desarrollo de UAV o VANTS, luego de que cada fuerza haya aplicado grandes cantidades de recursos en sus propias alas y al día de hoy el proyecto SARA se enfoque en la producción de aeronaves clase I, II y III. Superponemos esfuerzos. En los últimos años se siguieron distinguiendo esas cualidades técnicas que asombran. Científicos y técnicos que se desviven en proyectos de primera calidad pero que tropiezan con la mala administración, financiación y asignación de recursos.
Si todavía pretendemos ser un país con deseos de generar valor agregado en nuestros productos de defensa es hora de empezar a plantear críticas constructivas en la administración de las necesidades de las fuerzas, de igual forma que a la forma en que esas necesidades llegan a la mesa de trabajo de nuestros técnicos y científicos. Es tiempo de aunar esfuerzos entre las fuerzas para ser racionales con los pocos recursos con los que se cuentan, y estos destinarlos en proyectos con alto grado de factibilidad, o con utilidades conjuntas. En algunos casos reorganizar no significa perder capacidades, y en el caso de la ciencia y tecnología en particular, un replanteamiento del destino de recursos de I & D podría significar incluso una potenciación de capacidades así como también la posibilidad de que Argentina pueda competir en mercados internacionales con sus productos.Es hora de que nuestro complejo industrial-militar comience a producir sistemas y no solamente expectativas.
Fuente: https://www.zona-militar.com/
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