Hacia dónde se deben enfocar las terminales con las inversiones en infraestructura de estos años.
El sector portuario del mundo vive un momento de gran incertidumbre. La fluctuación del dólar, la caída del precio del petróleo, la desaceleración del comercio, el escepticismo que causa la llegada de nuevos gobiernos en países clave, entre otros factores, han hecho que en los últimos 3 años este importante sector de la economía se vea obligado a plantearse nuevas formas de hacer las cosas para garantizar su sostenibilidad. Nuestro país no es ajeno a esta situación, lo que ha sucedido en este periodo ha tenido su impacto y obliga a que nos preguntemos cómo podemos reestructurar nuestro modelo de negocio para sobrevivir en un sector donde esa frase de cajón que reza que “lo único constante es el cambio”, se vuelve más real que nunca.
Según un documento elaborado por Findeter para el proyecto Diamante Caribe, en Colombia contamos con 10 zonas portuarias, 45 concesiones otorgadas, cinco sociedades portuarias regionales constituidas, 22 puertos que prestan servicio público, 18 para servicio privado (que responden a necesidades de empresas particulares), ocho terminales en desarrollo y 33 terminales no formales, utilizadas como muelles pesqueros, puertos de cabotaje, astilleros y marinas recreativas.
Las terminales portuarias del país, en los últimos años han hecho importantes inversiones para mejorar su infraestructura con miras a satisfacer las demandas del mercado nacional e internacional.
Proyectos tan importantes como la implementación de un sistema de inspección no intrusiva en los principales puertos para facilitar el trabajo de las autoridades y evitar contaminaciones a la carga; la entrada en funcionamiento de 4 nuevos silos para el almacenamiento de granel en el puerto de Santa Marta; las obras de profundización realizadas en Cartagena para poder recibir buques New Panamax luego de la ampliación del canal de Panamá; la inauguración de la primera bodega de refrigerados y congelados en el interior de un terminal en el puerto de Barranquilla y la construcción del Puerto Aguadulce en Buenaventura son muestra de ello.
Sin embargo, los puertos son solo un eslabón de la cadena logística y si queremos que el país sea un jugador importante en materia de comercio exterior hay otros factores en los que debemos evolucionar. Según el último informe Connecting to Compete, publicado por el Banco Mundial en 2016, los atributos que determinan el desempeño de un país en el área logística son su situación política, infraestructura, normas, geografía y economía. Así mismo, tienen en cuenta la eficiencia en el despacho aduanero, la calidad de la infraestructura y la puntualidad de los embarques.
Temas tan relevantes como trabajo 24/7 en las terminales, la confiabilidad y el cumplimiento de los estándares por parte de los actores de la cadena de suministro, la voluntad de introducir reformas e implementar buenas prácticas y políticas flexibles en temas aduaneros, el nivel de burocracia en los trámites y la infraestructura férrea, aérea y de carreteras que soporta la de los puertos en estos países son dignos de analizar para estar al nivel de los líderes de este sector.
En Colombia ya empezamos a dar nuestros primeros pasos en este sentido. El llamado ‘Cuarta generación de concesiones’, el proyecto de navegabilidad del río Magdalena (en reestructuración), la rehabilitación de algunos corredores férreos, las intervenciones estratégicas en aeropuertos no concesionados, el desarrollo de obras de modernización en los 17 aeropuertos concesionados y los Planes Maestros Fluvial e Intermodal son iniciativas que, de volverse realidad, aportarían en gran medida a la competitividad el país y a la reducción de los costos de trasferencia actuales. Sin embargo, según mi opinión, hay un eslabón extra que parece simple pero podría generar transformaciones poderosas en el sector y es tener un cambio cultural dentro de nuestras organizaciones.
Debemos hacer una reingeniería de nuestros procesos y formas de liderazgo, asumiendo la innovación como el deber ser y creando una estructura lo suficientemente robusta que nos permita adaptarnos.
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