Autor: Tim McGirk Fecha: 2015-07-14
A mediados de mayo, el Director General de Antigüedades y Museos de Siria recibió la llamada telefónica que temía desde hacía mucho: miles de combatientes ISIS cruzaban velozmente el desierto con dirección a la ciudad oasis de Palmira, de 4,000 años de antigüedad.
El funcionario, Maamoun Abdulkarim, sabía que solo él y su personal podrían evitar la destrucción de las antigüedades de Palmira, pues grupos que defendían la herencia culturan habían intentado, inútilmente, persuadir a la coalición encabezada por Estados Unidos de lanzar ataques aéreos contra los invasores que se disponían a tomar por asalto las espléndidas ruinas de la ciudad, designada por UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Pero, a diferencia de otras batallas en Siria e Irak, donde los aviones realizaron cientos de bombardeos de precisión, solo hubo un ataque en Palmira, el cual, si bien acabó con un misil de ISIS y batería de artillería, no puso fin al asedio.
Sin ayuda desde el aire, Abdulkarim nada podía hacer para proteger el enorme sitio arqueológico, con sus columnatas de piedra, anfiteatro romano, ornamentadas tumbas e infinidad de templos. Pese a ello, él y sus hombres podrían, al menos, rescatar el tesoro de artefactos del museo de Palmira.
Caminos plagados de bandidos y rebeldes
Designado al cargo por el régimen sirio en 2012, Abdulkarim dirigía la operación desde Damasco. Entre tanto, el personal museístico de Palmira se atrincheró en el interior del imponente edificio para envolver y empaquetar estatuas grecorromanas, joyería, objetos de vidrio y mosaicos antiguos.
Ocultaron las valiosas momias de la colección en recintos tapiados. Un león de piedra, con casi 2,000 años de antigüedad y un peso de 1.5 toneladas, resultó demasiado pesado para transportarlo, de modo que lo encerraron en una gran caja de metal.
Durante los cuatro años de la brutal guerra civil, las fuerzas rebeldes –que incluyen desde seglares hasta milicias islámicas rivales- han luchado para destruir tanto al régimen de Damasco como entre ellos. Hasta ahora, han muerto más de 230,000 sirios y según Naciones Unidas, más de 300 sitios monumentales han sido saqueados, dañados o destruidos.
En mayo pasado, un lanzador de cohetes sirios aporreó a los invasores ISIS en las afueras de Palmira. Sin embargo, las fuerzas yihadistas expulsaron al Ejército sirio.
Foto: Stringer, EPA
La batalla por Palmira fue incierta durante casi una semana. Combatientes ISIS bombardearon la ciudad desde un antiguo castillo en lo alto de una colina, pero el Ejército sirio logró expulsarlos. Mientras, Abdulkarim intentaba obtener un avión militar para sacar por aire los artefactos del museo.
Fue imposible. Le informaron que ya no había vuelos, pues ISIS había tomado el control del aeropuerto. Y entonces, los yihadistas se apoderaron de otra plaza: dos campos de gas al oriente de Palmira.
Generales sirios enviaron unos cuantos centenares de efectivos –lo único que prescindible de otros frentes-, mas ISIS respondió con casi 800 combatientes frescos, incluidos veteranos de Afganistán y Chechenia. Las fuerzas sirias fueron superadas en número y armamento.
Después de seis días de lucha, se hizo evidente que el Ejército sirio estaba perdiendo la batalla. Los yihadistas se encontraba a punto de conquistar Palmira, y Abdulkarim tenía una última oportunidad para rescatar los tesoros del museo.
“No queríamos usar el camino para desplazar los artefactos, pues está plagado de bandidos y rebeldes”, informa. “Pero, finalmente, no quedaba alternativa”. Así que contrató dos camiones.
Caen las últimas defensas
En mayo 21, muy temprano por la mañana, mientras los camiones se estacionaban frente al museo y el personal se daba prisa para cargar los cajones con artefactos, cayeron las últimas defensas del Ejército sirio. Testigos dicen que los oficiales echaron a correr dejando a sus conscriptos a merced de los combatientes ISIS. Muchos soldados escaparon a la ciudad, golpeando puertas, rogando que los dejaran entrar. Muchos fueron capturados y asesinados, y como ocurrió en otras poblaciones conquistadas en Irak y Siria, los yihadistas celebraron su triunfo con decapitaciones públicas.
Momia de 2,000 años en el museo de Palmira, lugar que ahora está bajo el control de ISIS.
Foto: Raphael Gaillarde, GAMMA/Getty
Combatientes ISIS invadieron las antiguas ruinas, arremolinándose en el largo bulevar de columnatas por donde, mil años antes, desfilaron legionarios romanos; entraron mercaderes en camellos cargados con las galas de India y Persia; y por donde Zenobia, la reina rebelde, fue conducida fuera de la ciudad en cadenas de oro.
Al aproximarse al museo, los yihadistas vieron a los curadores metiendo cajones en los camiones y abrieron fuego. Hirieron a tres empleados. Sus colegas los subieron a los vehículos y lograron escapar justo cuando llegaban los yihadistas, que disparaban ronda tras ronda contra los camiones en fuga. “Unos segundos más y no sé qué habría pasado”, dice Abdulkarim.
Los curadores dejaron a sus compañeros heridos en el hospital de Homs, la ciudad más cercana y continuaron el viaje hasta Damasco donde, según Abdulkarim, resguardaron las antigüedades en ubicaciones seguras. “Hemos logrado proteger 95 por ciento de los artefactos del museo”, informa.
Empleados museísticos sirios envuelven artefactos para protegerlos de posibles daños de la guerra civil. Foto: Joseph Eid, AFP/Getty Images
Se desconoce el destino de los artefactos
La cifra podría ser demasiado optimista. En opinión de Michael Danti, director académico de Cultural Heritage Initiatives en American Schools of Oriental Research (ASOR), varios objetos importantes desaparecieron cuando Palmira se encontraba bajo el control del Ejército sirio. “Es difícil determinar qué fue sustraído antes del Estado Islámico, qué fue robado y por quién”, acusa.
Rastreadores de antigüedades de Heritage for Peace afirman que varios bustos grecorromanos, joyas y otros objetos del museo de Palmira han llegado al mercado internacional. La policía y oficiales de aduana de Turquía y Líbano confiscaron numerosas antigüedades al ser alertados por agentes que inspeccionan bazares en Beirut, Estambul y Gaziantep, en el sureste de Turquía.
Hace poco, en la Internet circularon fotografías que muestran a combatientes ISIS flagelando en público a un contrabandista de antigüedades. Sin embargo, según arqueólogos, lo más probable es que los yihadistas no estuvieran manifestando una nueva apreciación por la herencia de Palmira, sino castigando a un saqueador que pillaron contrabandeando antigüedades sin pagar a ISIS la tajada habitual.
En cualquier caso, los militantes destruyeron con mazos los artefactos del saqueador: dos exquisitas estatuas romanas.
Algunos días después de la ocupación, los yihadistas volaron en pedazos dos altares históricos construidos por adoradores chiitas y sunitas, cuyas creencias islámicas son herejía para ISIS. Luego, abrieron la caja metálica que protegía al león de piedra de 2 000 años de antigüedad y también lo volaron.
Según Abdulkarim, ISIS ha sembrado explosivos en todo el sitio arqueológico y ahora está listo para destruir las antiguas columnas y templos si el Ejército sirio intenta expulsarlo.
(Un avión militar sirio soltó un barril bomba en el sitio y derribó un muro del templo Bel-Shamin, de 2 000 años de antigüedad, pese a que los combatientes de ISIS ni siquiera estaban cerca del lugar).
Entre tanto, ISIS aprovecha las maravillas arqueológicas Palmira para montar sus espectáculos macabros. Hace poco, los militantes condujeron a los habitantes de la ciudad hasta el gigantesco anfiteatro romano, para presenciar el fusilamiento de 26 soldados capturados sobre un escenario donde, antiguamente, se representaron dramas griegos y romanos.
“Un amigo fue forzado a mirar aquello”, informa Abdulkarim. “Le impresionó mucho que todos los verdugos fueran adolescentes. Ninguno parecía tener más de 13 o 14 años”.
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