viernes, 17 de octubre de 2014

Barcos que anclaron la guerra en Colombia


Estelas de “barcos-correo”, envueltos “en vapores lánguidos y sucios”, tripulados por “un montón de bribones”. La atmósfera descrita por Joseph Conrad en Juventud cobró vigencia luego de que en julio de 2013 fuera detenido en Colón, Panamá, el buque Chong Chon Gang, de bandera de Corea del Norte, con un contrabando de sistemas antimisiles y dos aviones bombarderos MIG del gobierno de Cuba. El informe del fiscal del caso, Javier Caraballo, confirmó que el capitán intentó suicidarse. El lema de las naves de Conrad, “Cumplir o morir”, revalidado tras el descubrimiento de 25 contenedores bélicos y seis vehículos de uso militar en cinco bodegas. Todo bajo un camuflaje de ficción: diez mil bultos de 50 kilos de azúcar crudo cubano, cosecha que mientras era removida alcanzó a caramelizarse y atrajo abejas africanizadas.

El novelesco asunto sigue en la mira de las autoridades colombianas no porque el arsenal viniera hacia aquí, como lo insinuó entonces el expresidente Álvaro Uribe, sino porque según los expedientes de la Fiscalía General y de la Procuraduría de Colombia, Panamá y su canal siguen siendo epicentro continental de este mercado negro paralelo al comercio global de bienes y servicios. Sin embargo, en veinte casos más la conexión Panamá sí ha alimentado los arsenales de paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes desde los años 80. Por el mar Caribe llegaron las ametralladoras con las que se cometieron los magnicidios de Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo. Esa ruta letal es una de las causas que llevaron a la Fiscalía a unificarlos en una sola investigación penal.

Según la ONG InSight Crime, Panamá es un importante punto de transbordo de armas y drogas, más frecuentado tras la caída del Muro de Berlín, la reventa de arsenales y el replanteamiento de la industria armamentista luego de la guerra fría. “No obstante, muy pocos de los miles de barcos que atraviesan por Panamá cada año son inspeccionados”. ¿Por qué? El canal es vital para la economía del país y las inspecciones exhaustivas serían nocivas para el negocio.

El año pasado el entonces presidente Ricardo Martinelli, luciendo un casco blanco del Terminal Internacional de Manzanillo con el lema “Sirviendo a Panamá y al Mundo”, aseguró que las autoridades de su país no permiten el paso de armas y no son parte de este fenómeno, pero los expedientes indican que es imposible librarse del poder corruptor del negocio más lucrativo del mundo, por encima del tráfico de drogas. Eso se traduce en impunidad. El Instituto Internacional de Investigaciones de Paz de Estocolmo lo contradice y señala la conexión Panamá-Colombia como una de las más activas de este fenómeno. Bien escribió Gabriel García Márquez en El último viaje del buque fantasma que “el Caribe no siempre es diáfano”, sino un mar de tinieblas navegado por “despensas” misteriosas como las que se describen a continuación.

* El Otterloo

En los archivos de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos en Washington hay un informe de 40 páginas con siete anexos titulado: “Sobre el desvío de armas nicaragüenses a las Autodefensas Unidas de Colombia”. El documento 3687, de enero de 2003, confirma que Panamá sirvió de fachada para que los paramilitares recibieran en el golfo de Urabá 3 mil AK47 y 2 millones y medio de municiones traídas en el trasatlántico Otterloo.

Peloticas de goma declaradas en el manifiesto de aduanas ocultaban los fusiles. A finales de 1999 se configuró un canje de armas, en apariencia legal, entre la Policía Nacional de Nicaragua y GIR, una agencia privada de comercio de armas de Guatemala: la primera entregaba 5.000 fusiles AK y municiones de sus excedentes a cambio de pistolas y ametralladoras mini-Uzi de origen israelí. GIR encontró en Panamá a un interesado en los fusiles y municiones, el israelí-panameño Shimon Yelinek, quien a su vez presentó una orden de compra de ese arsenal por parte de la Policía Nacional local, que resultó falsa. El mismo Yelinek comisionó a la compañía marítima panameña Trafalgar Maritime Inc. para cargar 14 contenedores de armas en su único buque, el Otterloo, y transportarlos entre Nicaragua y Panamá, como declaró al zarpar el 3 de noviembre de 2001. Sin embargo, hizo travesía directa hacia Turbo, Colombia, donde lo recibieron dos días después empleados de Banadex, filial de la multinacional norteamericana Chiquita Brands, y lo descargaron otros de la naviera Turbana. El DAS de Colombia, disuelto entre otros motivos por su complicidad con el paramilitarismo, registró la llegada y no encontró nada irregular. El barco terminó anclado en Panamá en diciembre de 2001, después de ir a Venezuela y Surinam. El 14 de junio de 2002 el barco fue vendido por el panameño Julio Matute al colombiano Édgar Enrique Aarón Villalba, quien se lo habría llevado a Belice, mientras la naviera Trafalgar era disuelta. “El mejor gol que metimos”, celebró el después asesinado comandante paramilitar Carlos Castaño. Hubo cinco embarques similares hasta reunir 13 mil fusiles. Según la Fiscalía, el cartel de los Castaño llegó a contar con no menos de media docena de barcos, además de embarcaciones rápidas y aeronaves, que se movían hacia el istmo desde el Atlántico y el Pacífico.

*Las naves de el ‘Alemán’

Según confesiones de paramilitares ante Justicia y Paz, hubo decenas de embarques similares al del Otterloo. A finales de 2009 Freddy Rendón, alias el ‘Alemán’, jefe del frente Élmer Cárdenas, que operaba en la frontera entre Panamá y Colombia, dijo que entre marzo y abril de 2000, Vicente Castaño le pidió coordenadas de un sitio del golfo de Urabá. Lo guió a las ensenadas cercanas a El Totumo, en jurisdicción de Necoclí. El ‘Alemán’ acudió con un capitán de confianza y 30 militantes en dos lanchas. Entre las 11 de la noche y las 3 de la mañana desembarcaron dos contenedores con 200 ametralladoras punto 30, 80 lanzagranadas RPG7 y seis toneladas de municiones. Lo confirmó Raúl Emilio Hasbún alias ‘Pedro Bonito’, según versión libre del 25 de julio de 2008. Y habla de la “importación” desde Bulgaria de 4.200 fusiles por la misma vía. Hasbún y Humberto Agredo planearon cómo camuflar las armas en una supuesta importación de fertilizantes.

*El Sea Point, el ‘Mexicano’ y Noriega

Una investigación de la Procuraduría General de la Nación cita a doce colombianos y a dos ecuatorianos en el tráfico de armas que hizo escala en la isla caribeña de Antigua. Eran en su mayoría tripulantes del buque Sea Point, de bandera panameña, que en forma clandestina trajo el arsenal y luego cayó en México con dos toneladas y media de cocaína. El contrabando de armas, de origen israelí y realizado a través del mercenario Yair Klein, terminó en manos del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, el ‘Mexicano’, y una de las ametralladoras habría sido usada en el asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento. La operación se hizo a través de la empresa Sea Gulf Overseas Inc., registrada en Panamá y propietaria del barco que en abril de 1989 trajo el material bélico hasta aguas colombianas, cerca a Isla Fuerte, frente al departamento de Córdoba. En el expediente se señala al entonces hombre fuerte de Panamá, general Manuel Antonio Noriega, quien tenía intenciones de interceptar el cargamento y quedarse con él.

* La leyenda de El Karina

El 14 de noviembre de 1981 la Armada Nacional de Colombia hundió en el Pacífico un barco, El Karina, que transportaba armas para el M-19. La historia la contó el escritor Germán Castro Caycedo valiéndose de testimonios de guerrilleros, traficantes de armas, marinos, militares y aventureros. Siguió el rastro desde Alemania y la costa norte de África hasta Panamá y costas colombianas. El contrabando se atribuyó a Jaime Guillot, después asilado en Cuba, y se habló de una conexión narcos, M-19 y cubanos para un trueque de armas por droga. Entonces se supo que un mes antes, en el barco Zar de Honduras, Guillot habría entregado siete toneladas de armas más a cambio de ocho mil libras de marihuana, datos publicados en 1996 por el ‘Atlas Mondial des Drogues. Paris: Observatoire Géopolitique des Drogues’, corroborados por Mark Steinitz en 2002 en ‘The Terrorism and Drug Connection in Latin America’s Andean Region’.

El enigma del Pia Vesta

Proveniente de Rostock, en la entonces Alemania Oriental prosoviética, el 6 de junio de 1986 llegó silenciosamente a costas peruanas el barco danés Pia Vesta, cargado con 1.500 fusiles Kalashnikov, 1.440 lanzacohetes RPG-18 y 32 camiones militares IFA. Nunca se supo si en verdad parte de las armas venían para la guerrilla colombiana y otra para Sendero Luminoso. Lo cierto es que todo pasó por el Canal de Panamá el 2 de junio y cuando la tripulación se vio descubierta la nave zarpó el 7 de junio, antes de que las autoridades locales pudieran intervenirlo. Alan García Pérez, presidente de Perú, alertó a Panamá que la nave se dirigía de nuevo hacia el canal y el Pia Vesta fue intervenido el 14 de junio por la Guardia Nacional. La investigación no pasó de la detención del propietario del buque Jorgen Jensen, el capitán Johannes Christiansen y siete tripulantes.

Un ruso de película

Viktor Bout se ufanaba de poder surtir de material bélico a cualquier guerrilla del mundo, incluida la colombiana, a través de Panamá por barco o avión. Está condenado a 25 años de cárcel tras ser hallado culpable en Estados Unidos de tráfico de armas para las Farc. Fue detenido en 2008 en Tailandia, en una operación encubierta de agentes estadounidenses, y trasladado en 2010 a EE.UU. luego de una larga batalla judicial por su extradición que provocó tensiones entre Washington y Moscú. Apodado por las autoridades estadounidenses “El señor de la guerra”, intentó vender a agentes encubiertos de este país cien misiles tierra-aire, 20.000 ametralladoras, 20.000 granadas, 35 rifles, 10 millones de municiones y cinco toneladas de explosivos. La vida de este exagente de la KGB inspiró al director y guionista Andrew Nicoll para la película Señor de la guerra , protagonizada por Nicolas Cage.

Fuente: elespectador.com

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