jueves, 14 de diciembre de 2017

Colombia tendrá autonomía satelital

La Fuerza Aérea Colombiana se prepara para poner en órbita su nanosatélite de observación FACSAT-1.


FACSAT-1, el primer satélite del Programa Espacial de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), será puesto en órbita antes del 30 de marzo de 2018. El proyecto fue presentado en el Primer Seminario de Capacidades Aeroespaciales “Segmento Satelital”, realizado a finales de septiembre en las instalaciones de la Escuela Militar de Aviación “Marco Fidel Suárez” (EMAVI) en Cali, Colombia.

“La apuesta de la Fuerza Aérea Colombiana en el tema satelital es desarrollar y emplear capacidades espaciales propias para garantizar la autonomía tecnológica y de esta manera reducir la dependencia de tecnologías extranjeras”, dijo a Diálogo el Teniente Coronel Giovanni Corredor Gutiérrez, jefe de Asuntos Espaciales de la FAC. “El efecto de esto es la reducción de la brecha socioeconómica frente a naciones desarrolladas y la optimización de los recursos disponibles”.

La EMAVI está cumpliendo con el reto de desarrollar el satélite. La escuela es la base no solo de todo el proceso de aprendizaje, sino de la sede para manejar el programa espacial, que prevé el montaje de un laboratorio de integración de tecnología satelital, de la estación terrena de control y del desarrollo de los lanzadores. El esfuerzo se traduce en un beneficio económico equivalente a US$ 582 millones anuales, un crecimiento del 0.2 por ciento en el PIB, según cálculos consignados por la FAC.

“La ciencia mi ruta, mi meta el espacio”


“El macroprograma espacial arrancó hace cinco años, con el proyecto FACSAT-1. Estos son procesos muy largos, con varias etapas de desarrollo”, dijo a Diálogo el Teniente Coronel de la FAC Fabián Andrés Salazar Ospina, jefe del Departamento de Investigación, Desarrollo e Innovación de la EMAVI. “La propiedad de los satélites permite independencia operativa y privacidad en la seguridad del país, y garantiza el servicio durante crisis y desastres nacionales e internacionales”.

Un programa espacial se divide en tres segmentos: el de tierra, el de control y el espacial. “Hace cinco años [2012] la FAC inició las acciones para el desarrollo del segmento de tierra [lanzadores], pero se presentaron limitaciones. Entonces nos concentramos en el segmento espacial con el desarrollo de nanosatélites”, aseguró el Tte. Cnel. Salazar. “No estamos interesados en desarrollar satélites de gran tamaño, peso y costo. Nos enfocamos en los nanosatélites; pequeños, eficientes, funcionales y bastante más económicos”.

Los nanosatélites, conocidos también como CubSat o satélites cubos, son unidades de menor tamaño con una vida útil de cinco años. Pueden ser de observación, de comunicación o de ambos. Cada unidad mide apenas 10 centímetros cúbicos, y tiene un peso de aproximadamente 1,5 kilogramos, pero su electrónica es capaz de realizar misiones en órbita de comunicaciones, observación de tierra o experimentación científica.

Un activo colombiano


Durante el Primer Seminario de Capacidades Aeroespaciales “Segmento Satelital”, la FAC presentó el Programa Satelital conformado por tres etapas enfocadas al diseño, fabricación, lanzamiento y control de sus propios satélites. (Foto: Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez)

FACSAT-1 es un satélite pequeño de tres cubos, diseñado con la misión de detectar y capturar imágenes de observación de la Tierra. Posee una lente con resolución de 30 metros por pixel.

“Estamos muy interesados en el lanzamiento de este nanosatélite para poder hacer cobertura del territorio nacional diariamente. Las imágenes obtenidas se podrán utilizar, por su exactitud, en desarrollo urbano, restitución de tierras, sustitución de cultivos ilícitos, atención de desastres naturales e incendios”, comentó a Diálogo el General Carlos Eduardo Bueno, comandante de la FAC. “Con este satélite entramos en una nueva era en línea con la transformación de la FAC, en donde el desarrollo tecnológico y la evolución tiene gran importancia”.

Hasta el momento, Colombia ha sido un consumidor de servicios satelitales; cliente de países y empresas que los proveen y sometido a cumplir las condiciones del mercado. Con la producción de FACSAT-1, el país espera convertirse en proveedor internacional.

“FACSAT-1 abre una nueva era en el segmento satelital. No solo seremos autosuficientes; esperamos ser proveedores”, aseguró el Tte. Cnel. Salazar. “El satélite será un activo controlado por Colombia. Con él tendremos un suministro garantizado de datos de detección remota para una amplia gama de aplicaciones, entrenamiento y desarrollo de capacidades en ciencias y tecnología a través de la transferencia de conocimientos, oportunidades de investigación académica, ahorro financiero, y cooperación internacional”.

“Este primer satélite es la apuesta de la FAC para demostrar que la tecnología satelital, si bien requiere de altos conocimientos, no es ajena a la sociedad colombiana”, agregó el Tte. Cnel. Corredor. “El país cuenta con suficiente capital intelectual para desarrollar capacidades y apropiar conocimiento que permitan un mayor aprovechamiento de la tecnología”.

FACSAT-2, la segunda etapa


El uso extendido, creciente y necesario de los satélites para operaciones militares y civiles en la producción de cartografía de precisión; en el monitoreo de los usos del suelo y subsuelo; en el análisis de cambios climáticos y previsiones meteorológicas; en el control del transporte aéreo y terrestre; la navegación marítima y fluvial y en las comunicaciones hizo que la FAC enfocara esfuerzos en su desarrollo a largo plazo. El Programa Espacial avanza con un cronograma de trabajo que prevé el lanzamiento de FACSAT-2, el segundo nanosatélite de producción nacional, en 2019.

Será un satélite dos veces más grande que su antecesor. Tendrá capacidades de observación y comunicación con imágenes más precisas. La resolución de su cámara prevista con 5 metros por pixel permitirá usarlo también en aplicaciones más especiales como cartografía y topografía. La FAC trabaja en el lanzador del segundo prototipo con el fin de cerrar la cadena de proveedores y alcanzar mayor autosuficiencia. La tercera etapa, FACSAT-3, estará conformada por el desarrollo de una constelación satelital compuesta por 18 o 20 satélites coordinados con capacidades de imágenes y comunicación.

“Estamos muy comprometidos y entusiasmados con este programa. Sabemos que la capacidad satelital nacional dedicada, como parte de una inversión sostenible en ciencia y tecnología, tiene un enorme potencial para generar muchos beneficios socioeconómicos a Colombia”, dijo el Tte. Cnel. Salazar. “Abrirá nuevas oportunidades de cooperación con otras naciones con presencia en el espacio”, concluyó.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Espías y traición en el comando de las Fuerzas Militares

Desvíos de gastos reservados, seguimientos irregulares, uso de información secreta con fines políticos y otras actividades poco claras rondan en el comando de las Fuerzas Militares.


El tema era un secreto a voces desde hace años en los pasillos del Comando General de las Fuerzas Militares (CGFM). “Esta es la punta de la pirámide de la carrera militar y la cúspide de la estrategia de defensa nacional. Pero lamentablemente desde hace mucho tiempo algunos de los que llegan acá no son los mejores. En ciertos casos se trata de oficiales, suboficiales o civiles de los que sus propias fuerzas se quieren ‘desenhuesar’ por corrupción, ineficiencia, etcétera. Pero como cuentan con un padrino, no terminan por fuera, sino acomodados en el CGFM”, afirmó a SEMANA un alto oficial de la Armada que trabaja en esa alta dependencia.

Allá muchos comentan en voz baja pero con indignación lo que ocurre desde hace varios años. Aunque tienen pruebas de graves denuncias, pocos se atreven a poner la cara públicamente, y solo algunos las han hecho llegar a la Fiscalía, Procuraduría o Contraloría. La ley del miedo ronda por los pasillos y no es para menos. Todos temen represalias, que van desde traslados a zonas inhóspitas del país, apertura de investigaciones injustificadas basadas en anónimos hasta despidos fulminantes. A otros incluso los han amenazado de muerte. Se trata de un ambiente pesado que garantiza silencio e impunidad.

La mayoría de los colombianos rara vez oyen hablar del CGFM, no tienen clara la función de esa estructura que dirige a las tres fuerzas y con frecuencia la confunden con el Ejército.

Por eso, muchos se despistaron cuando hace dos semanas el gobierno nacional anunció que el comandante de este último, general Alberto Mejía, reemplazaría al también general Juan Pablo Rodríguez al frente del CGFM. A raíz de esa decisión, ocho generales, la mayoría adscritos al mismo Comando General, renunciaron y filtraron a los medios que lo hacían por estar en desacuerdo con esa medida, lo cual generó una sensación de crisis. Sin embargo, sin dudarlo, el gobierno les aceptó inmediatamente la solicitud de baja, en gran medida porque a la Casa de Nariño también habían llegado algunas informaciones inquietantes del CGFM.

A pesar de la ley del silencio, desde hace algún tiempo al menos una decena de funcionarios del CGFM empezaron a contar y documentar lo que pasaba a SEMANA, otros medios y a los organismos de control. Uno de estos temas tenía que ver con el manejo poco claro de millones de pesos de las partidas destinadas a gastos reservados. Históricamente, no solo allí, sino en la mayoría de entidades que cuentan con este tipo de rubros, ese manejo ha sido objeto de cuestionamientos. La razón es que rara vez tienen una auditoría externa seria, con el argumento justamente de que son reservados y tienen que ver con temas de seguridad nacional. No obstante, en el caso de CGFM, SEMANA logró documentar y conseguir los testigos que demuestran lo contrario.

En el CGFM conocieron uno de esos casos con la clave de “Gourmet”. Ese nombre designaba a una supuesta fuente presuntamente reclutada por uno de los oficiales más cercanos a la J-2 (Jefatura de Inteligencia y Contrainteligencia Militar Conjunta del CGFM), que estuvo a cargo del general Martín Nieto, precisamente uno de los ocho que hace dos semanas pidió el retiro.

La supuesta fuente era un integrante de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de servicio en Fuerte Tiuna, en Caracas, Venezuela. En teoría, el oficial del CGFM lo había reclutado y este se había comprometido a entregar información sobre un plan de los venezolanos llamado “Centauro Negro”, con datos claves sobre operaciones. A cambio, el venezolano recibiría 30 millones de pesos. En sus informes, el oficial del CGFM presentó fotos del supuesto informante y algunos datos de los planes estratégicos del país vecino. Sin embargo, al comparar lo que entregó se trataba de información conseguida por un hacker amigo suyo que se hizo pasar por el integrante de la GNB. Y la plata terminó consignada en cuentas de la familia del oficial colombiano, incluida la de su novia.

Cuando descubrió el entramado del oficial, un subalterno la puso en conocimiento de sus superiores, entre ellos Nieto, y posteriormente del general Mauricio Zúñiga, justo otro de los ocho que pidieron la baja hace pocos días. Este último también recibió en mayo de 2016 informes según los cuales ese mismo oficial de la ‘fuente chimba’ había montado una pirámide y estafado a varios de sus compañeros en el CGFM. Pero nada pasó. El denunciante terminó trasladado a las selvas del Guaviare y el denunciado siguió como si nada.

Así, inventando fuentes inexistentes, algunos oficiales consiguieron millonarios recursos.“Usted consigue a cualquiera que le ponga una huella y le firme los documentos como fuente. Eso sirve, en parte como soporte para las auditorías, y el tema queda legalizado”, explicó un suboficial a quienes sus superiores le pedían realizar esas actividades.

También estafaban al fisco por medio de contrataciones o servicios de mantenimiento. Una factura da cuenta de 6 reparaciones realizadas en un solo año en vehículos en perfecto estado por valor de 52 millones de pesos.

Los implicados usaron varios millones de pesos de esos rubros para pagar abogados defensores externos en procesos de los llamados falsos positivos. Uno de ellos era la esposa de un alto oficial del CGFM. En otros casos, utilizaban los dineros para gastos personales o viajes de altos oficiales.

Non sanctas

Y lo peor es que en algunos casos servían para realizar operaciones de recolección de información o inteligencia con fines particulares, lejos de los objetivos institucionales o en beneficio de las Fuerzas Militares o del Estado.

De ese modo, por ejemplo, efectuaron labores de inteligencia contra oficiales de varias fuerzas, lo que no tendría nada de extraño si se tratara de labores de contrainteligencia. “Les escarbaban todo. Les buscaban novias, mozas o lo que fuera para tener con que pisarles la cola en caso de algún problema o para tener herramientas para chantajearlos, a fin de que, por ejemplo, no investigaran equis cosa o apoyaran la adjudicación de un contrato, etcétera. Si no encontraban nada, filtraban anónimos. Un anónimo a veces es más efectivo que una bala”, explicó a SEMANA uno de los encargados de ese tipo de acciones non sanctas. 

No menos inquietante es que usaron con fines políticos mucha de la información secreta y estratégica de los temas que se manejaban en el CGFM. Datos o informes terminaron en manos de miembros de la oposición del gobierno y, obviamente, eran objeto de manipulación. En septiembre del año pasado, Alejandro Ordóñez, en una entrevista con Claudia Gurisatti, afirmó que “acudieron a mi oficina dos agentes de inteligencia militar que me manifestaron esa agenda que había entre el gobierno y las Farc para sacar al procurador”. Aunque el hoy candidato presidencial afirmó que se trataba de miembros de inteligencia militar, SEMANA estableció que en realidad eran tres integrantes del CGFM que, en efecto, lo buscaron para entregar datos para perjudicar al gobierno.

Pero Ordóñez no ha sido el único a quien le han ido a entregar datos con fines electorales. Esta fuga de información con intenciones de influir en la campaña incluye temas extremadamente sensibles. Desde el CGFM llegó a una de estas campañas nada menos que un listado con los datos y fotos de una serie de agentes de inteligencia venezolanos presentes en territorio colombiano. Esa información, clasificada como ultrasecreta, que SEMANA tiene en su poder, había sido enviada a su vez al CGFM por una agencia de inteligencia que la compartió debido a su gravedad. Sin embargo, terminó en manos de políticos.

Como si esto no resultara preocupante, ese caos y falta de control también ha dado lugar a episodios que afectan la seguridad nacional. SEMANA estableció que, durante varios meses, un oficial del CGFM entregaba a los venezolanos a cambio de dinero los reportes diarios de todas las operaciones aéreas de las aeronaves de las Fuerzas Militares y la Policía. Lo cual, claramente, configuraría el grave delito de traición a la patria.

Esto es tan solo una parte de lo que sin duda es una caja de Pandora llena de ingratas sorpresas. Por todo esto, y mucho más, el gobierno debe tomar medidas contundentes en la dependencia que, se supone, es el corazón de la defensa nacional.